Frase a completar: El ... abrió el ... antes de que...
El sacerdote abrió el libro antes de que la chica se marchara de la puerta. Siempre había tenido curiosidad por saber qué es lo que creían exactamente esos peregrinos que puerta por puerta iban exponiendo sus creencias. ¿Cuáles eran exactamente las bases de su religión, si es que se le podía llamarla así?¿En qué se diferenciaban de las enseñanzas y dogmas de la iglesia católica?
El libro era pesado, denso y sin apenas ilustraciones. Parecía difícil hacer adeptos con un texto así de denso. No es que la Biblia fuese una lectura ligera, pensó el sacerdote, pero al menos no había que hacerle publicidad. ¿Cómo esperan cautivar a la gente de hoy en día sin imágenes vivas y llenas de color, sin titulares que resuman un millar de párrafos en una sola frase? Absorto en ese extraño libro, parecía ignorar a la chica que, delante suya, se impacientaba cada vez más por su silencio absoluto.
Un carraspeo tímido le hizo levantar la mirada y volvió a ser consciente de la existencia de la chica. Morena, de estatura pequeña, mediocre en muchos sentidos. Sus ojos hastiados y sus labios cansados de sonreir forzadamente durante largas horas no eran, precisamente, una invitación al debate.
"¿Qué esperaba conseguir cuando llamó a mi puerta?" pensó con sorna el sacerdote. Había llamado a la puerta de un sacerdote, en una iglesia. ¿Realmente pensaba que iba a conseguir convertirlo?
"¿Podría hacerte unas preguntas? Señorita...", dijo el sacerdote torciendo un poco la cabeza para mirar la etiqueta que colgaba de la solapa de la muchacha. "Densen. Señorita Densen"
"Claro", dijo sin mucho interés la chica
"¿En qué creéis exactamente?"
La chica se quedó en blanco, quizás abrumada por la amplitud de la pregunta. Dudando y titubeante, intentó contestarle.
"Creemos que... Bueno, creemos en...en un Dios del Amor, fuerte y severo pero bondadoso con sus hijos fieles." dijo la señorita Densen sin mucho entusiasmo
"O sea, en el Dios cristiano." respondió tajante y autoritario el sacerdote.
"Vale, mire. Llevo horas haciendo esto y no convenzo a nadie. No sé porqué he llamado a su puerta." confesó la chica "Quizás quería una excusa para irme ya a casa. Quizás necesitaba contrastar mis dogmas. O quizás, quien sabe, necesito que alguien los haga temblar".
Dicho esto tomó sin delicadez el libro de las manos del sacerdote. Sin sonreír, se despidió de él y se dio la vuelta para marcharse. Mientras se alejaba con paso casi fúnebre, el sacerdote pudo ver como un grupo de chicos y chicas de vestimenta casi clónica se acercaban a ella. Todos sus rostros cansados y fatigados, propios de alguien que les doblase la edad. ¿Es eso lo que hacen creencias?
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