Palabras: Paraguas, Ascensor, Mirada, Amor, Batalla
La lluvia, incesante y atronadora, continuaba cayendo en las calles, anegadas. Bajo la tenue luz de un lejano sol tapado por cenizas nubes, la ciudad intentaba continuar una vida que se encontraba en hiato. Una batalla sin esperanza contra un enemigo inagotable. Nadie recordaba ya cuando empezó a llover.
Abriendo un paraguas ajado y vencido por el viento y el continuo uso, se aventuró a la calle, protegida por una gabardina y unas botas altas. Los terribles bramidos de las nubes se mezclaban con los apagados sonidos de la ciudad. Los motores de los coches escupían humo, y las débiles luces urbanitas guiaban a los pocos peatones que se atrevían a desafiar al temporal. Una gris mirada era todo lo que los viandantes intercambiaban al cruzarse. Nadie hablaba ya.
Finalizado su trayecto, llegó a la casa. Ella no estaba allí, de eso estaba segura. Solo con acercarse al ascensor, solo con ver el botón de su piso, sus ojos rompían a llorar. No había lluvia suficiente en el mundo para borrar las últimas trazas del amor que compartieron. Ninguna tempestad, por aterradora que fuese, podría derribar los pilares de la complicidad, los cimientos de sus manos rozándose. Y sin embargo, lo que estaba destinado a aguantar catástrofes, lo que iba a desafiar el devenir de las edades, se había roto solo por un silencio. Y ella ya no estaba.
No paraba de llover...
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